Golden Bridge, la muestra del dominio técnico y creativo de Corum

El Golden Bridge, de Corum, no para de reinventarse y evolucionar a la par -o quizás adelantado- a la industria. Actualmente tiene más de 50 iteraciones.

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Desde hace cuarenta años, el movimiento baguette Golden Bridge, de Corum, ha encarnado los altos estándares y el espíritu vanguardista que guían a la marca en la Alta relojería.

El movimiento, ha latido dentro de cajas tipo tonel o redondas con cristales de zafiro transparentes. Este año, la pieza llega a un rango excepcional al reinventa a través del uso de diferentes materiales y piedras preciosas.

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Sería injusto hablar de los orígenes del Golden Bridge sin hablar de Vincent Calabrese, su creador. Un relojero y artesano oriundo de Nápoles que ha formado parte de la industria suiza desde los 13 años de edad. Su conocimiento abarca no sólo los ámbitos mecánicos y estéticos de una pieza, sino que conoce los deseos de sus clientes y coleccionistas.

En 1979, mientras se desempeñaba como manager de una boutique de lujo en Crans- Montana, Calabrese notó que las personas compraban relojes basándose en su apariencia. Molesto por ello, el relojero diseñó una pieza que sorprendiera por su aspecto, pero también por su mecánica: “La caja no debe representar el ataúd de un movimiento”. Con esta idea y la de un movimiento vertical que abarcara totalmente el dial, Calabrese desarrolló el primer prototipo del Golden Bridge en 1977.

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René Bannwart, fundador de Corum, vió un enorme potencial en este nuevo concepto. Lanzado en los años 80, el Corum Golden Bridge tuvo un éxito inmediato, se convirtió en una de las piezas más emblemáticas de la marca y en un símbolo de rebeldía dentro de la industria relojera.

A partir de esta década y hasta nuestros días, el modelo no para de reinventarse y evolucionar a la par de la industria. Actualmente existen más de 50 iteraciones del Golden Bridge en versiones que abarcan cajas redondas o rectangulares, en materiales preciosos y detalles decorativos que dan muestra del “savoir-faire” de Corum.

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El movimiento mecánico de cuerda manual tiene un volante de inercia variable y un barrilete con bridas deslizantes, que funciona con una frecuencia de 28.800 alternancias por hora, provisto de una autonomía de 40 horas.

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