Si bien Chopard es una firma relojera centenaria, fundada en 1860, también presume de una trayectoria envidiable en el mundo de la alta joyería; sin embargo, la nueva era de la manufactura de Chopard comenzó en 1996, como la culminación del profundo deseo de Karl-Friedrich Scheufele de convertir a Chopard en una auténtica manufactura.
En esa época la industria relojera apenas empezaba a recuperarse de la llamada “crisis del cuarzo” que llevó a la extinción a no pocas marcas. La visión de Scheufele era extremadamente avanzada para aquel entonces, pero eso no detuvo su firme convicción.
Otras marcas independientes no tenían inconveniente con usar mecanismos producidos externamente, pero aún así, Scheufele emprendió el valiente y difícil camino hacia la verticalización de Chopard, ya que desarrollar un calibre propio desde cero es una tarea intensiva en cuanto a recursos tanto técnicos como intelectuales y ambos requieren de una inversión considerable.
Chopard cuenta con dos centros principales de producción, uno en Meyrin, en el cantón de Ginebra, la sede de las oficinas principales y la manufactura de Fleurier, en donde se aloja la mayor parte de la investigación y desarrollo y se producen los exquisitos calibres de la colección L.U.C., en honor a Louis-Ulysse Chopard.
Meyrin
Visité en primer lugar la sede de Meyrin de la manufactura de Chopard, en donde se ensamblan los modelos de la colección regular y se cuenta con equipos modernos que permiten una producción rápida, pero de gran precisión; de hecho, los controles en cada paso son exhaustivos, de modo que la calidad final es la misma que en modelos más elevados de la oferta de Chopard.
Hay varios relojeros expertos responsables de una pequeña serie de operaciones de construcción de manera secuencial, con frecuentes rotaciones para que cada relojero conozca a fondo todos los productos.
En Meyrin se producen las cajas para toda la gama, usando acero inoxidable y oro, extraído de forma justa siguiendo la política de la firma de usar sólo Fairmined Gold; y un punto importante: a diferencia de otras marcas, Chopard tiene su propia fundición, en la que se producen las aleaciones de metales preciosos usados en las cajas y la exquisita joyería: oro rosa, blanco y amarillo, partiendo de lingotes de oro puro de 24 quilates.
La creación de los brazaletes es tan cuidadosa como la de la joyería, cada eslabón es pulido y acabado individualmente para luego tomar forma en las manos de expertos artesanos. El engaste de las joyas también se hace aquí, cada gema toma su lugar de manera tradicional en las cajas y brazaletes de manera mecánica, usando el mismo metal circundante para fijarla, en una operación tradicional que data de siglos atrás.
También en Meyrin se realiza el ensamble final y control de calidad de la colección regular y de relojes-joya de Chopard.
Fleurier
En el cantón de Neuchâtel se encuentra el corazón de Chopard; más exactamente, el lugar en donde nacen los corazones de los relojes Chopard: la instalación de Fleurier es en donde comenzó la transformación de la marca en una manufactura integrada verticalmente.
Aquí todo comienza con la materia prima: diversas aleaciones de latón, bronce y acero que formarán los componentes de cada nuevo mecanismo. El primer calibre de manufactura salió de aquí a finales de 1996 fue el denominado L.U.C 96.01 L y con él se establecieron todos los pasos requeridos para transformar materias primas básicas como el latón, el acero y una variedad de aleaciones metálicas en una joya viva de excepcional belleza y pureza de funcionamiento.
Desde lo más básico: encontramos modernas máquinas de control numérico computarizado (CNC) que hacen los maquinados y cortes básicos para cada una de las ruedas de cada calibre; aquí comienzan las entre 40 y 60 operaciones que requiere cada rueda dentada; igualmente este es el punto de partida para todas las platinas base y puentes de los calibres, que tienen como misión soportar y sostener las piezas móviles.
Cada componente es terminado rigurosamente a mano, usando las técnicas tradicionales de la relojería; los talleres de grabado de los mecanismos y de confección de carátulas son una especie de museo viviente, ya que se usan antiguas herramientas en combinación con equipos modernos, con el extra que sólo una larga experiencia le puede dar a la uniformidad y perfección del trabajo.
Cada artesano tiene su toque personal; aquí no hay muchos aprendices, para llegar aquí hay que pasar años con diversos utensilios antiguos, combinados con las máquinas modernas que sólo hacen algunas operaciones más rápidas, más no perfectas.
Las numerosas operaciones que requiere hasta la mínima pieza individual –en muchos casos menores en tamaño a la cabeza de un alfiler— son tanto de carácter mecánico como estético, ya que una gran parte de los relojes salidos de aquí son merecedores del preciado sello de Ginebra. La batería de pruebas de calidad a las que son sometidos los mecanismos asegura una calidad alta y consistente.
Las áreas de trabajo de la manufactura de Chopard en donde se ensamblan los relojes de alta complicación son un ejemplo de limpieza y orden. En ellos, los relojeros más experimentados ensamblan pacientemente un reloj completo a la vez de principio a fin, de manera que el control sea total. El ambiente en toda la manufactura es mantenido libre de polvo usando sistemas de aire lavado, filtración, además de calzado y vestuario antiestático.
Rodeado de toda esa perfección y atención al detalle, es posible apreciar todo lo que hay detrás de cada latido de un reloj de este nivel: tanto la alta tecnología y creatividad técnica, como las manos, paciencia y experiencia de decenas de personas, así como un conjunto de conocimientos que datan desde los orígenes mismos de la medida del tiempo.
Qualité Fleurier
Aparte de la certificación “Sello de Ginebra” y la del C.O.S.C., Chopard somete a sus relojes a una certificación independiente adicional: Qualité Fleurier. Los requerimientos de esta certificación prueban los relojes completos una vez que los mecanismos hayan obtenido el C.O.S.C. Y sean 100% producidos en Suiza.
Una sofisticada máquina permite hacer pruebas muy específicas sobre la reacción del reloj al simular los movimientos más cotidianos una vez en la muñeca de una persona; además los relojes son sometidos pruebas de impacto, impermeabilidad y precisión, con parámetros muy estrictos.
Con estas tres certificaciones, los relojes Chopard de la colección L.U.C. demuestran una calidad extraordinaria, la culminación del trabajo de Karl-Friedrich Scheufele que apenas comenzó hace veinte años y con cada nuevo calibre nos deja más sorprendidos.
Por ejemplo, el escape de 8 hz del calibre 01.09-L late a 57,600 semioscilaciones por hora y es el primer escape de alta frecuencia con certificación C.O.S.C. Este escape innovador fue desarrollado en Fleurier a base de silicio y protegido por varias patentes.
El legado de la relojería está bien resguardado por la manufactura de Chopard y sus constantes innovaciones en alta relojería, las cuales —sin embargo— respetan los oficios y técnicas ancestrales combinándolas con avances en materiales y nuevas formas de utilizar los ya conocidos. La visión de Karl-Friedrich Scheufele fue el fundamento de lo que hoy es ya una manufactura integrada perfectamente establecida entre los grandes nombres de la relojería suiza.
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