Lealtad a “La Corona”. Rolex y la Cuba revolucionaria

Rolex, una de las marcas Top 100 de lujo –y, sin duda alguna, la marca de relojes más reconocida en el mundo – ha mantenido su presencia en la isla desde 1948.

Palabras y fotografía contemporánea por: Andrew Hildreth

Desde la Revolución de 1959 y luego de las sanciones por parte de EE.UU. que le siguieron, Cuba se convirtió en una cápsula de tiempo viviente. Los famosos autos americanos que fueron una vez la imagen de la prosperidad de esta nación, se mantuvieron andando sólo por necesidad. Sin los fabricantes que suministraran las partes para reparaciones, los autos recibieron servicio únicamente a través del ingenio y la invención.

Pero Rolex, una de las marcas Top 100 de lujo –y, sin duda alguna, la marca de relojes más reconocida en el mundo – ha mantenido su presencia en la isla desde 1948. No es un secreto que el antiguo primer ministro y presidente de Cuba, Fidel Castro, usaba Rolex; hay muchas fotografías que dan testimonio de esto. Pero el que en el país existiera un centro de servicio autorizado y otro no oficial, sugiere algo más: que había suficiente negocio para que la marca estuviera ahí.

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El embajador de ‘La Corona’

El Centro de Servicio de Rolex en La Habana es similar a otros alrededor del mundo. Está en uno de los barrios mejor mantenidos, en un elegante edificio Art Decó, cerca de la Avenida de los Presidentes. Luego de tocar el timbre, te llaman dentro y subes las escaleras hacia un área de espera decorada con revistas de Rolex y pósters publicitarios de Rolex Cuba.

Al fondo del cuarto de espera hay un taller y dentro está  Waldo “Valdi” Fernández Longueira, quien es una leyenda, no solo entre los maestros relojeros en Cuba, sino también dentro de Rolex. Con 77 años de edad, su entusiasmo para trabajar con relojes no ha disminuido. “He estado aquí desde 1959”, dice. “Ingresé en junio 4, pero luego vino la Revolución y decidí quedarme”.

‘La Corona’ en el exilio

Si se necesitaba reparar un Rolex, la otra opción -además del Centro Autorizado- era acudir con los maestros relojeros. Dos de éstos eran antiguos aprendices y colegas de Valdi, quienes hoy ya se han ido de Cuba y viven en Miami: Julian Pelea tiene su propio negocio de reparación de relojes en un centro comercial de Harbor Drive; mientras que el taller de Eduardo Rodríguez está en el Centro Joyero Flagler Center, en el Distrito Histórico de la misma ciudad.

Julián Pelea siguió a su padre en el negocio de la relojería; fue capacitado por Valdi tras dejar la escuela y trabajó con él hasta 1999, cuando se mudó a EE.UU. Como era un maestro relojero independiente, Pelea no se beneficiaba de las partes oficiales que Rolex le proporcionaba a Valdi, por lo que debía fabricarlas él mismo. Además, arreglaba Rolex no registrados, que no podían ser enviados al Centro de Servicio oficial pues serían confiscados. Julián Pelea estima que recibía entre dos y tres piezas de contrabando a la semana.

Rodríguez también se capacitó con Valdi, y luego trabajó en un departamento perteneciente al Banco Nacional de Cuba, que se encargaba de supervisar cualquier bien dentro del país (aparentemente, había también una sección que buscaba tesoros hundidos en la costa de Cuba). Rodríguez trabajó en área relojes y joyas y estima que veía aproximadamente un Rolex a la semana.

Portando ‘La Corona’

Al inicio de este artículo se ve una fotografía memorable. Fue tomada por un fotógrafo de Time-Life, y captura a Fidel Castro viendo hacia la nueva Cuba, con los brazos alrededor de sus camaradas. En su muñeca muestra un Submariner Ref. 5513 (un reloj que Rodríguez recuerda haber visto una vez).

Rodríguez ofrece dos argumentos para explicar por qué Castro usaba relojes Rolex. Primero, porque venía de una familia acomodada, según asienta Juan Reinaldo Sánchez en la biografía La Doble Vida de Fidel Castro (St. Martin’s Press, 2014), y segundo, porque era un buceador que requería un reloj de buceo especializado.

Eduardo Rodríguez tiene además una teoría no probada para explicar la lealtad de Castro a la marca. Su hipótesis es que antes de la Revolución, cuando Castro estaba viviendo en la jungla, su Rolex se detuvo y fue enviado al Centro Rolex autorizado en Habana. Como no podía repararse, la marca le envió a Castro un reloj nuevo. ¿Improbable? Tal vez, pero lo cierto es que hay antecedentes de tal comportamiento por parte de Rolex, que hizo lo mismo cuando eran proveedores de relojes para las Fuerzas de Trabajo de Seguridad de la Gran Bretaña, allá por 1940.

Los relojes Rolex se volvieron tan especiales para Castro que no sólo los usaba, sino que también los regalaba como reconocimientos de servicio al partido y al estado. Durante una conversación con Sebastián Arcos, Director Asociado del Instituto de Investigación Cubana en la Universidad Internacional de Florida, él me señaló el libro Dulces Guerreros Cubanos, donde el revolucionario Norberto Fuentes describe el obsequio de Rolex por parte del estado. De acuerdo al Centro de Reportes Investigativos de Florida, aún agentes dobles desertores usaban el dinero que les habían otorgado a cambio de secretos para con él comprar un Rolex. Tal es el enganche que la marca tenía sobre los cubanos.

En mis entrevistas a los tres maestros relojeros les pregunté por qué pensaban que una marca de lujo encajaba dentro de las posturas políticas de un estado comunista. Los tres dieron la misma respuesta: en Cuba el reloj no se veía como un producto de lujo, se apreciaba por el trabajo artesanal que implicaba y por los componentes de alta calidad que se empleaban en su fabricación.

Larga vida a ‘La Corona’

En la vieja Habana aún es posible encontrar tiendas, como la de la esquina de Villegas y San Juan de Dios, que venden relojes extraños; pero no Rolex. Valdi dice que, por lo que él sabe, ya no hay individuos vendiendo relojes Rolex vintage en Cuba. Cuenta que una vez que terminó la Revolución, la mayoría de los relojes fueron sacados del país. Los que se quedaron, o los que pudieron haber llegado desde entonces, fueron mantenidos por él y el centro de reparaciones de Rolex. “En toda Sudamérica, había cuatro vendedores que podían poner sus nombres en la carátula de un Rolex: Gondolo, Serpico, Riveria y Cuervo”, dice. “Dos de ellos estaban en Cuba”. Rolex tenía una relación especial con Cuba aún antes de la Revolución.

Mi tiempo con Valdi está a punto de terminar. Mientras me dice que por el momento está oficialmente de vacaciones, mira hacia mi Rolex Explorer II (Ref. 1655). Sonríe. Uno de los pósters en su sala de espera muestra el Malecón con una foto del mismo reloj. Señala hacia su propio reloj y dice: “Estos relojes fueron producidos al mismo tiempo; los puedes conservar por siempre. Rolex nunca se pone viejo. Nosotros envejecemos, ellos solo necesitan mantenimiento. Ésa es la belleza de los relojes”.