La definición de ‘valor’, de Frederique Constant

Desde hace poco más de 30 años, Frederique Constant ha llevado la más fina relojería suiza a un universo más amplio de entusiastas.

Frederique Constant

Una de las experiencias más gratas que cualquier entusiasta de relojería puede vivir es adentrarse en este mundo a un nivel que va más allá de las boutiques y los escaparates, de los boletines de prensa y los discursos. En aras de conocer mejor y a fondo las motivaciones e inspiraciones detrás de una firma relojera y de los genios que en ella laboran, me parece importante contar con un buen acceso a las personas, historias y lugares que, a lo largo de 500 años, han hecho de este negocio un arte y una emoción. Yo particularmente agradezco la oportunidad de llamar amigos a tantas personas dentro de esta industria que cada día, por medio de sus palabras y acciones, viven con congruencia y claridad de ideas para enarbolar con orgullo los valores de sus colores y nombres.

Frederique Constant, firma hoy fincada en Ginebra, es una de estas empresas donde el valor de su gente y las convicciones que los impulsan han logrado dejar una marca importante en la relojería suiza. Me complace llamar amigos a quienes laboran en Frederique Constant, especialmente a Niels Eggerding, director operativo de la maison, quien gentilmente fue mi anfitrión y guía durante mi visita a su manufactura en Plan-les-Ouates hace unos meses en un momento idóneo: justo el año en que la firma celebraba 30 años.

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Niels Eggerding y Peter Stas, CEO y fundador de Frederique Constant.

Una idea simple

A lo largo de tres décadas, hemos visto cómo Frederique Constant ha echado fuertes raíces que le han permitido seguir un genuino camino de innovación y consolidación, envueltos en una idea que, a pesar de lo simple que suena, ha exigido una enorme dedicación y disciplina: crear lujo asequible. Desde los albores de la empresa fundada en 1988, este objetivo ha sido el eje del negocio.

Frederique Constant se estableció en su forma actual en 1988. Peter y Aletta Stas lanzaron su primera colección relojera en 1992, compuesta por seis modelos equipados con movimientos suizos y ensamblados por un relojero de Ginebra. Ese humilde inicio estableció la ruta crítica de los relojes que ostentarían la firma. Cada uno sería diseñado por Frederique Constant o por diseñadores independientes contratados para crear una serie específica de modelos. Se haría especial hincapié en el estilo de los relojes para mantenerse al día dentro de las tendencias y en las preferencias de los clientes.

Peter Stas siempre ha sido claro en la filosofía detrás del negocio de la firma: “Nuestra misión no es restringir el interés de Frederique Constant a un círculo elitista y limitado de conocedores, sino expandirlo hacia un más amplio universo de entusiastas que disfrutan de una relojería tradicional a precios razonables”.

Una ruta clara y definida

La oferta relojera del grupo Frederique Constant está garantizada por sus tres grandes nombres, todos ellos creados y construidos en las instalaciones de Ginebra. Los marcatiempos Frederique Constant se ubican del lado clásico y tradicional del diseño, sin importar su género o colección. Alpina está dirigido al mundo deportivo por medio de relojes multifuncionales o de inspiración aérea, donde la horología mecánica también desempeña un rol esencial. Y Ateliers deMonaco es una oferta de gran lujo envuelta en exclusividad.

A esos tres nombres me parece esencial sumar una cuarta vertiente (que no una marca) que hoy ya forma parte importante de las creaciones de Frederique Constant y Alpina: la de los relojes inteligentes —horological smartwatches, en argot de la compañía—. Estos marcatiempos llevan calibres electrónicos y conectables que ofrecen funciones adicionales en conjunción con algún teléfono inteligente. Una especial mención merecen los relojes Hybrid 3.0 de Frederique Constant, primeros en el mundo en combinar conectividad y multifuncionalidad con relojería mecánica. Ninguna otra firma se ha atrevido —ya no digamos que ha tenido éxito— a adentrarse en este concepto como lo ha hecho Frederique Constant. Nuevamente, este es otro reflejo de la búsqueda del valor mediante una innovación práctica que quiere estar cerca y servir a las personas.

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El Perpetual Calendar Tourbillon Manufacture de Frederique Constant.

Industria con alma

La sede de Frederique Constant en Plan-les-Ouates, suburbio industrial al suroeste de Ginebra, mide 3,200 metros cuadrados, divididos en cuatro plantas. En cada una aprecié un entorno de trabajo aireado y cordial en las áreas de producción de componentes, montaje de calibres, ensamblado de relojes y control de calidad. Las máquinas de control numérico de última generación se encuentran en un gran taller en el sótano, donde se concentra toda la fabricación de componentes.

En 2017, anticipando las necesidades del negocio y confirmando el crecimiento de las tres marcas de la casa comenzó la expansión de sus instalaciones mediante la construcción de un nuevo edificio de 3 mil metros cuadrados, también de cuatro niveles, con el que la firma alcanzará mayores volúmenes de producción en en el mediano plazo. La meta es llegar a 250 mil piezas por año de los alrededor de 150 mil que hoy se manufacturan. La plantilla actual de 150 colaboradores casi se duplicará una vez que el proyecto comience a dar resultados a partir de 2019.

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El Hybrid 3.0 de Frederique Constant.

Operación transparente

Cada reloj Frederique Constant (y Alpina y Atelier deMonaco) sigue un riguroso proceso de concepción, procurado desde siempre por el Sr. Stas y manifestado por un estilo abierto y franco de comunicación. “Todas las opiniones son escuchadas”, me comentó Niels Eggerding en mi visita. “Es fundamental para lograr que cada colaborador asuma su responsabilidad y sentido de pertenencia dentro la empresa”.

El nacimiento de cada reloj no solo se deja en manos de los diseñadores: las discusiones comienzan entre gente de diversas áreas de la compañía. Un sentido de familiaridad expandida se siente dentro de las paredes de la manufactura, en donde gente joven y tenaz entiende su responsabilidad y la plasma en su trabajo con pasión.

No hay secretos centenarios que revelar en la manufactura de Frederique Constant —ni en alguna otra, para ser francos—. Pero de tanto en tanto es grato encontrarse con hechos y datos que añaden valor y brillo al negocio, por ejemplo, en Frederique Constant, todo componente visible de cada reloj mecánico está bellamente decorado. Algo esperable y hasta obligado, me podrá decir usted. Y yo estaría de acuerdo. En efecto, le puedo confirmar que los artesanos relojeros de la firma realmente dominan su oficio.

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Alpina de Frederique Constant.

Empero, cuando se trata de un marcatiempos Ateliers deMonaco —firma de lujo nacida en 2008 gracias a la iniciativa de Peter Stas y Pim Koeslag, director de relojería de Frederique Constant y CEO de Ateliers deMonaco—, entonces todas las partes del reloj —aun las que no son visibles— son perfectamente preparadas y terminadas con la más alta calidad. Ese afán por la búsqueda de la perfección logró que esta pequeña firma de lujo sea de las pocas en poder ostentar la certificación oficial del Sello de Ginebra (emitida por las autoridades de la ciudad y que certifica la máxima calidad relojera) en los movimientos y cajas de ciertos relojes. Este detalle resume bien la calidad de la labor que cada día se lleva a cabo en todo Frederique Constant.

Desde las piezas más sencillas con movimientos de cuarzo, hasta las grandes complicaciones de manufactura, como el calendario perpetuo con tourbillon con el que la empresa celebró sus 30 años, cada reloj ofrece técnica y pasión en proporciones iguales. Todo Frederique Constant es ensamblado a mano y cada uno es revisado y controlado durante un largo periodo de tiempo tanto por seres humanos como por equipos especiales para asegurar una calidad óptima. Para Frederique Constant, no comprometer la calidad es una prioridad absoluta. Y estos son valores que no necesariamente tienen que estar peleados con precios razonables (dentro de los estándares de la relojería moderna, desde luego). Frederique Constant es, sin duda, uno de los mejores ejemplos a seguir, admirar y hasta imitar si se quiere tener éxito en este o cualquier otro negocio.

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