Omega: Regresa el De Ville Tourbillon

El tourbillon central aparece de nuevo en Omega este año, de la mano de la exigente certificación Master Chronometer.

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No mucha gente lo sabe a ciencia cierta, pero Omega tiene una interesante tradición en la hechura de relojes con tourbillon. Hoy, el siguiente capítulo de este legado cobra forma en la nueva edición numerada del De Ville Tourbillon.

Este Omega es el primer tourbillon central de cuerda manual certificado por el Master Chronometer de la firma de Bienne. El sello no sólo asegura el más alto nivel de precisión y rendimiento, sino que también sirve de confirmación histórica de los relojeros de la casa que han sido capaces de construir una delicada jaula de tourbillon que sigue girando incluso bajo un campo magnético de 15,000 gauss. El clásico ritmo de una rotación cada 60 segundos, y su visibilidad, son a la vez evidencia y confirmación de esta aseveración cronométrica.

A la precisión del De Ville Tourbillon se suman sus formas elegantes y atractivas, partiendo del sobrio concepto estilístico de la caja que define la colección De Ville, la serie elegante de Omega. El reloj está revestido con una mezcla de oro de 18K Sedna y oro de 18K Canopus, y tiene un bisel de oro de 18K Sedna pulido, que rodea una carátula cepillada al sol con el logo y las letras en el mismo material áureo.

Presentado en una correa de cuero negro, la caja central de 43 mm, el logo de la hebilla y el logo de la corona también están hechos de oro Canopus. Las asas, el bisel y el fondo de la caja del reloj están hechos de oro Sedna, la aleación de oro rosa ardiente propia de Omega. Recordemos que, para darle su aspecto y tenacidad, el oro Sedna mezcla tres elementos: oro rosa de 18K, cobre y paladio.

Este nuevo y bonito De Ville Tourbillon es impulsado por el Calibre 2640 con certificación Master Chronometer, y presume de una arquitectura con puentes y platina de oro Sedna. El movimiento, que cuenta con un indicador de reserva de marcha de 72 horas, es visible a través del fondo de cristal de zafiro. Cada reloj ha sido hecho a mano por un selecto grupo de horólogos del Atelier Tourbillon de Omega en Bienne, lo que ha llevado alrededor de un mes entero de trabajo dedicado a completarlo.

Los raros tourbillones de Omega

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Omega Tourbillon con el calibre 30 I, de 1947.

Mientras muchos de sus hermanos corporativos dentro del Swatch Group —como Breguet, Blancpain y Glashütte Original— ostentan con frecuencia la más artística de las grandes complicaciones, en Omega es casi un misterio. Cierto es que a lo largo de la historia Omega no ha dejado de crear uno que otro reloj de bolsillo con torbellino, pero en los relojes de pulsera siempre han sido una genuinamente extraña ocurrencia.

La historia comienza hace más de 70 años. Los tourbilliones de pulsera Omega tienen sus orígenes a mediados del siglo pasado, cuando desarrolló un prototipo de un tourbillon —el Omega Tourbillon con el calibre 30 I y con caja de acero de 37.5 mm — para competir entre 1947 y 1952 en los concursos de cronometría de los observatorios suizos de Ginebra y Neuchâtel, y el Kew-Teddington británico (el Omega 30 I ganó en Ginebra en 1951 y 52 y logró la marca histórica de precisión en 1950). Al tiempo, se derivaron otros doce de marcatiempos con el calibre 30 I de los cales algunos eventualmente se recuperaron y restauraron. Uno de ellos apareció hace un par de años en una subasta de Philips y fue vendido por 1.4 millones de francos suizos, convirtiéndose en el Omega de acero más costoso adquirido a la vista del público.